La razón por la que se
produce el sufrimiento agudo en la pérdida de algún objeto está oculta en la palabra "mío". La compulsión inconsciente
de promover nuestra identidad a través de la asociación con un objeto es parte de la estructura
misma de la mente egotista.
Una de las estructuras mentales básicas a través de la cual entra en existencia el ego es la identificación. Así,
cuando nos identificamos con algo,dotamos a ese algo de
un sentido de ser, de tal manera que se convierte en parte de nuestra "identidad". En uno de los niveles más
básicos de identificación están las cosas: el juguete se convierte después en el automóvil, la casa, la ropa,
etcétera. Tratamos de hallarnos en las cosas pero nunca lo logramos del todo y terminamos perdiéndonos en
ellas. Ese es el destino del ego.
LA IDENTIFICACIÓN CON LAS COSAS
Quienes trabajan en la industria de la publicidad saben muy bien que para vender cosas innecesarias a las personas, deben convencerlas de que esas cosas aportarán algo a la forma como se ven a sí
mismas o como las perciben los demás, en otras palabras, que agregarán a su sentido del ser. Lo hacen, por
ejemplo, afirmando que podremos sobresalir entre la multitud utilizando el producto en cuestión y, por ende,
que estaremos más completos. O crean la asociación mental entre el producto y un personaje famoso o una
persona joven, atractiva o aparentemente feliz. Por tanto, en muchos casos no compramos un producto sino un "refuerzo para
nuestra identidad".
Las etiquetas de los diseñadores son principalmente identidades colectivas a las cuales
nos afiliamos. Son costosas y, por tanto, "exclusivas". Si estuvieran al alcance de todo el mundo, perderían
su valor psicológico y nos quedaríamos solamente con su valor material, el cual seguramente equivale a
una fracción del precio pagado.
Las cosas con las cuales nos identificamos varían de una persona a otra de acuerdo con la edad, el
género, los ingresos, la clase social, la moda, la cultura, etcétera. Aquello con lo cual nos identificamos tiene
relación con el contenido; por otra parte, la compulsión inconsciente por identificarse es estructural. Esta es
una de las formas más elementales como opera la mente egotista.
Paradójicamente, lo que sostiene a la llamada sociedad de consumo es el hecho de que el intento
por reconocernos en las cosas no funciona: la satisfacción del ego dura poco y entonces continuamos con
la búsqueda y seguimos comprando y consumiendo.
Claro está que las cosas son necesarias y
son parte inevitable de la vida. Necesitamos vivienda, ropa, muebles, herramientas, transporte. Quizás haya también cosas que valoramos por su belleza o sus cualidades inherentes. Debemos honrar el mundo de las
cosas en lugar de despreciarlo. Pero no podemos honrar realmente las cosas si las utilizamos para fortalecer nuestro ser, es decir, si
tratamos de encontrarnos a través de ellas. Eso es exactamente lo que hace el ego. La identificación del
ego con las cosas da lugar al apego y la obsesión, los cuales crean a su vez la sociedad de consumo y las
estructuras económicas donde la única medida de progreso es tener siempre más. El deseo incontrolado de
tener más, de crecer incesantemente, es una disfunción y una enfermedad. Es la misma disfunción que
manifiestan las células cancerosas cuya única finalidad es multiplicarse sin darse cuenta de que están
provocando su propia destrucción al destruir al organismo del cual forman parte.
Cuando perdemos la capacidad
de sentir esa vida que somos, lo más probable es que tratemos de llenar la vida con cosas. ¿Hay cosas que inducen una sensación
sutil de importancia o superioridad? ¿Acaso la falta de esas cosas le hace sentir inferior a otras personas
que poseen más que usted? ¿Menciona casualmente las cosas que posee o hace alarde de ellas para
aparecer superior a los ojos de otra persona y, a través de ella, a sus propios ojos? ¿Siente algún resentimiento cuando alguien tiene más que usted o cuando pierde un bien preciado?
¿Es un error sentirnos orgullosos de lo que poseemos o resentir a los demás por tener más que
nosotros? En lo absoluto. Esa sensación de orgullo, la necesidad de sobresalir, el aparente
fortalecimiento del saber en virtud del "más" y la mengua en virtud del "menos" no es algo bueno ni malo: es el ego.
El ego no es malo, sencillamente es inconsciente. Cuando nos damos a la tarea de observar el ego, comenzamos a trascenderlo. No conviene tomar al ego muy en serio. Cuando detectamos un comportamiento egotista, sonreímos. A veces hasta reímos. ¿Cómo pudo la humanidad tomarlo en serio durante tanto tiempo? Por encima de todo, es preciso saber que el ego no es personal, no es lo que somos. Cuando consideramos que el ego es nuestro problema personal, es sólo cuestión de más ego.
El ego no es malo, sencillamente es inconsciente. Cuando nos damos a la tarea de observar el ego, comenzamos a trascenderlo. No conviene tomar al ego muy en serio. Cuando detectamos un comportamiento egotista, sonreímos. A veces hasta reímos. ¿Cómo pudo la humanidad tomarlo en serio durante tanto tiempo? Por encima de todo, es preciso saber que el ego no es personal, no es lo que somos. Cuando consideramos que el ego es nuestro problema personal, es sólo cuestión de más ego.
Autor: Eckhart Tolle.
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