Del error de Descartes a la visión de Sartre
Descartes, el filósofo del siglo diecisiete, considerado el fundador de la filosofía moderna, dotó de
expresión a este error primario con su famosa aseveración (para él la verdad primaria) de "Pienso, luego
existo". Fue su respuesta a la pregunta de si "¿Hay algo que pueda saber con absoluta certeza?" Se dio
cuenta de que no había duda alguna acerca del hecho de estar pensando constantemente, de manera que
concluyó que pensar era sinónimo de Ser, es decir que la identidad –el yo– era sinónimo del
pensamiento. En lugar de la verdad última, encontró la raíz del ego, aunque nunca lo supo.
Pasaron casi 300 años antes de que otro filósofo famoso reconociera en esa afirmación algo que ni
Descartes ni nadie más había visto. Su nombre era Jean Paul Sartre. Reflexionó a fondo acerca de ese
"Pienso, luego existo" y súbitamente descubrió, según sus propias palabras, que "La conciencia que dice
'
existo'
no es la conciencia que piensa". ¿Qué quiso decir con eso? Cuando tomamos conciencia de estar
pensando, esa conciencia no es parte del pensamiento. Es una dimensión diferente de la conciencia. Y es
esa conciencia la que dice "existo". Si solamente hubiera pensamientos en nosotros, ni siquiera sabríamos
que pensamos. Seríamos como el soñador que no sabe que está soñando. Estaríamos tan identificados con
cada pensamiento como lo está el soñador con cada una de las imágenes del sueño. Muchas personas
todavía viven de esa manera, como sonámbulas, atrapadas en la mentalidad disfuncional que crea una y
otra vez la misma pesadilla de la realidad. Cuando reconocemos que estamos soñando es porque estamos
despiertos dentro del sueño y ha entrado en escena otra dimensión de la conciencia.
La implicación de la visión de Sartre es profunda.
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